Recientemente he descubierto el archivo videográfico del programa “30 Minuts” de TV3, con todos los programas emitidos desde 1984. Para los que no sepáis de qué estoy hablando, “30 Minuts” (y también su hermano mayor “60 Minuts”), es un longevo programa-documental del canal autonómico catalán muy conocido y respetado por su calidad, veteranía y reconocimiento. Pese estar orientado a noticias, hechos o figuras de la cultura catalana, con bastante habitualidad también trata temas estatales que competen a todo el país. Estoy plenamente convencido de que interesará incluso a aquellos que nacieron y viven fuera de nuestras fronteras provinciales.


Recientemente empecé, uno por uno, a revisar todos los documentales que me parecieron interesantes desde 1984. Me encanta ver el retrato de las calles de la Ciudad Condal de entonces, con sus gentes, sus ropas, sus edificios, su publicidad, sus mentalidades... Es como revivir el pasado con una imagen más ilustrativa y veraz de lo que, en ocasiones, nos depara el recuerdo.

Cuando uno crece y, por el hecho de ser mayor, vive ajeno a las presiones y las obligaciones del deber académico, es bonito, divertido e interesante investigar sobre aquellos temas que, quizás por estar sublevados a una disciplina de estudio constante, no lograron despertar la curiosidad que ahora nos pica cuando recordamos hechos de nuestra historia sobre los que nos gusta ahondar. Ese es mi caso, como le ocurre a muchas personas y, por ello, he querido escribir este post para regar un poco esta flor marchita que últimamente parecía estar contagiando a este blog. Quizás sea el inicio de un nuevo estilo de posteado o etiqueta en www.danielsucio.es

Uno de estos documentales que llamó mi atención era el emitido en 1984 que trataba el tema del, por entonces, principal deporte de aventura en Andorra: el contrabando. Andorra es un país con un sistema de coprincipado parlamentario -está bajo la doble soberanía del obispo de Urgel y del presidente de Francia-. Además, a modo de anécdota, deciros que el documental que embebo está producido por un antiguo profesor mío de la universidad (un viejo verde con más talento del que demostraba). Lo vi, me interesó y me he tomado la libertad de investigar un poco más en todo aquello y compartirlo con vosotros. Quiero dedicar esta pequeña hazaña documentativa a mi Madre. No porque el tema tenga mucho que ver con ella -que en realidad, lo cierto es que nada- sino porque quizás es de lo más respetable que hago últimamente y es una lectora del blog asídua y fiel. ¡TE QUIERO MUCHO MADRE! ¡TE ECHO MUY MUCHO DE MENOS!

La historia se remonta desde mucho antes de los años 80 -ya incluso con limitaciones gubernamentales desde el S. XVIII que impedían replantar las plantaciones más limítrofes del país para evitar el saqueo y el tráfico furtivo-. Entonces, Andorra, país agrícola reconvertido a industrial con gran dedicación tabacalera -principal fuente de ingresos del país-, goza de gran riqueza gracias a su nada desdeñable producción. Antes y durante la II Guerra Mundial, la lana española pasaba por las montañas camino de Andorra con destino a Alemania para la fabricación de uniformes del tercer Reich. Después, y ya en sentido inverso, fueron las puntillas para adornar manteles cortinas y vestidos, luego vinieron los equipos técnicos, el material electrónico, medicinas, motos de cross y, por último, con la práctica supresión aduanera, es el tabaco el producto de mayor volumen de trasiego.
Y es por ello por lo que este gran hipermercado de 25 kilómetros por 25, creció gracias al contrabando y la inexistencia de impuestos directos sobre los ingresos y el consumo, (como p.e. el IVA). En su capital, Andorra la Vella, centenares de tiendas y de centros comerciales se disputan el favor de los turistas que, sobre todo los fines de semana, llegan, compran y se van. En el año 2000, de los 9.421.766 visitantes que tuvo Andorra durante el año último, el 75 por ciento permaneció sólo durante el día, mientras que el 25 por ciento restante se quedó, al menos, una noche.
debido al énfasis puesto por los gobiernos de España y de Andorra, les leyes se han hecho más estrictas y esta práctica, entonces, disminuyó.
A fecha de hoy, oficialmente se reconoce que el contrabando no ha desaparecido, pero se asegura que se redujo a escalas mínimas. Se trata, claro, de una actividad ilegal, pero que en Andorra se toma con total naturalidad. Una persona vinculada con las grandes tiendas de Andorra la Vella dice, claramente, que los capitales de todos estos negocios se hicieron no vendiendo, sino con el contrabando. Por supuesto, los responsables de las tiendas lo niegan.


En sus inicios, el contrabando típico era el de las “collas”. Pequeños grupos de gente subcontratada por un cabecilla de turno -también contratado para tal fin, ampliando y complicando de este modo el entramado organizativo frente a detenciones- que transportaban a pie los fardos o petates que, cargados de picadura, caliqueños o tabaco, se mercadeaban en el mercado negro español. Por cada porte con 40 kilos a las espaldas, el caminante recibía entorno 500 pesetas (un sueldo medio español de la época por allá 1963 era de unas 2500 pesetas). Más adelante, estas collas se podrían comparar a los pequeños conductores que, con doble fondos en sus modestos coches, camuflados entre la multitud de un autocar u otras artimañas, tentaban a la suerte atravesando la aduana deseando pasar in fraganti. Pese lo “casero” que resultaba este tipo de contrabando, era habitual topar con artilugios y facilidades con los que los contrabandistas más amateurs se valían para continuar su actividad delictiva aún en condiciones climáticas adversas: motos de nieve, land rovers modelos Santana (aquel cacharro que a ojos de un crío parecía un acorazado blindado), tanquetes retirados del uso militar y un largo número de etcéteras fruto de la imaginación y el afán de lucro.

Pero el perfil de contrabandista más temido era el de los grupos motorizados, existente sobretodo a partir del año 75 en adelante. Una banda organizada al más puro estilo Chicago años 20 que se valía de coches espía (también denominados “piloto”), radioteléfonos -era lo más puntero que había-, vecinos, ojeadores, y vehículos de despiste para evadir la vigilancia o sortearla en el peor de los casos. Para los vecinos era ya habitual identificar algunos de estos vehículos en sus grupos diarios por lo que, viendo la actividad que desarrollaban por las inmediaciones de la ciudad, era sencillo inferir como estaba la cosa para andar o no esa noche.
Las carreras (porque conducir a más de 100 kilómetros/hora por caminos de cabras no tiene otro nombre) se desarrollaban tanto de día como de noche -con los faros apagados, claro está-. Esto jamás hizo especial gracia a los autóctonos por el peligro que entrañaba circular a tales velocidades por vías no tan alejadas del núcleo urbano. En más de una ocasión, se dieron casos de atropello y accidentes varios. Debe tenerse en cuenta que, en ocasiones, estos vehículos, al verse inmiscuidos en alguna huida o persecución, podían circular con más de una rueda pinchada entre baches y terrenos deslizantes con gran peligrosidad.
Lo habitual era toparse con coches viejos ya para la época que servían para quemarlos en los portes que fuera capaz de acabar. En ocasiones la presión o la autoridad obligaba a abandonarlos a toda prisa en medio de un encargo y nadie podía permitirse el lujo de desprenderse de un vehículo de valor. Si había suerte, incluso quizás quedaba algo de tiempo para esconder la mercancía por los alrededores. Uno de los vehículos más comunes era el Seat 124. Un vehículo económico diseñado para la clase media española generoso en cuanto a dimensiones y desarrollado por FIAT y SEAT entre 1968 y 1980. Su motor, enseguida se hizo famoso por su nervio y gran rendimiento, que otorgaban al coche unas excelentes prestaciones en toda clase de circunstancias, y le todo ésto le supuso el pseudónimo de "Loca" en ciertos lugares de la geografía española. La potencia que entregaba originalmente el motor de 1.197 cc era de 60 CV (DIN). Tenía cuatro cilindros y un carburador de doble cuerpo. En 1973, con la introducción del Seat 124 LS, se incorporó a la gama una nueva variante de este motor que rendía 65 CV (DIN). En la España de principios de los setenta su costo giraba en torno las 180 mil pesetas (un sueldo medio de la época rondaba las diez mil pesetas) los y a fecha de hoy, como pieza de colección, su precio oscila entre los cinco y los siete mil euros. Por allá 1984 -año del documental que encabeza el post-, según los clasificados de la hemeroteca del ABC edición Barcelona, el costo de un 124 de 1600 CC de segunda mano y perfecto estado era de 220 mil pesetas. Si la compra se hacía de forma callejera por coches de peor estado y menor cilindrada, sería posible adquirir uno por unas 100 mil pesetas aproximadamente. Un sueldo medio por allá 1984 era de cincuenta mil pesetas aproximadamente (según el BOE, el sueldo mínimo interprofesional en 1984 era de 34.740 pesetas/mes).

Anuncios clasificados de vehículos en 1984 (hemeroteca ABC, click para ampliar)

Por entonces, las vigilancias eran reducidas y claramente insuficientes. Activos de la Guardia Civil, apenas disponían de tres o cuatro agentes motorizados para cubrir extensiones de más de cuarenta kilómetros de bosque espeso. Todavía la más tarde bautizada “Operación Montaña” no entraba dentro de las necesidades de una actividad tan antigua como la propia industria. A mediados de los años ochenta, un grupo organizado podía efectuar del orden de 2 o 3 portes por semana. El proceso habitual era introducir la mercancía hasta el cinturón industrial de las ciudades y, una vez ahí, dejarlo en manos de los distribuidores que se encargasen de mover el material al detalle. Aproximadamente el ochenta por ciento del material introducido era tabaco, siendo -muy por detrás- el alcohol y los aparatos electrónicos el segundo tipo de material más difundido. Por cada caja de cincuenta cartones, el beneficio obtenido podía rondar las trece mil pesetas. Tiendo en cuenta que cada coche podía transportar hasta un tope de unas quince cajas, el beneficio total obtenido podía ascender a 195.000 pesetas. Una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta que en 1984 -según cifras de la Guardia Civil- apenas uno de cada diez coches era interceptado. El ratio de acierto era incluso menor según fuentes contrabandistas de entonces. Para más inri, en la Ley de Contrabando de 1982, el Principado consideraba una infracción administrativa el paso de bultos por valor de hasta un millón de pesetas. Para enfrentarse a penas de prisión, dicho importe debía trascender del millón de pesetas. Ratios cómodamente asumibles por un contrabandista sobre cuatro ruedas, ¿no?

Pero llegó la gota que colmó el vaso. Después de que, en septiembre de 1997, un muchacho de 16 años fuera atropellado por un contrabandista que viajaba a 170 kilómetros por hora con su Mercedes cargado de rubio, la reacción de la policía no se hizo esperar. Quisieron dar muerte por fin al mercadeo negro que se remontaba desde siglos atrás. A más de 1.000 metros de altura, los frentes con más de 500 activos se reparten a lo largo de los 23 pasos naturales abiertos en los 53 kilómetros fronterizos que separan Andorra de España. Una operación que no se cobró vidas aunque sí la detención o inculpación de más de 600 personas con sus consiguientes vehículos. Efectúan tres tipos de vigilancia. Controle día y noche en todas las pistas de tierra que unen Andorra con España. Vigilan, en una acción complementaria con la anterior, los "apostaderos para farderos", las sendas utilizadas por los contrabandistas que transportan el tabaco andando (hasta 125 cartones por individuo). Finalmente, realizan reconocimientos a pie para localizar las nuevas sendas que trazan los modernos estraperlistas. Es lo que se conoce como “Operación Montaña” y ello supuso el fin de una historia romántica al filo entre lo legal y lo ilegal... y nunca mejor dicho.


"El contrabando industrial desde Andorra hacia la Unión Europea (España) a través de la frontera montañosa y las aduanas de La Farga de Moles y Pas de la Casa ascendía a unas 500.000 cajetillas diarias", afirma el teniente coronel Garrido, responsable de la operación. Resultados de la operación montaña: 1.300.000 cajetillas y 50.000 puros incautados, con un valor de 400 millones de pesetas. La Guardia Civil es consciente de estar trabajando "para el Ministerio de Economía". La Hacienda Pública española recaudaba 273 pesetas por cada cajetilla de Marlboro o Winston, las marcas preferidas por los contrabandistas. Esta cantidad es la que ahorraba el comprador de tabaco ilegal. A escasos meses de la puesta en marcha de la operación, la venta legal de tabaco rubio en España se incrementó en un 18,4 %. Antes de la operación montaña el contrabando industrial de tabaco desde andorra hacia la Unión europea (España) a través de la frontera del pirineo ascendía a más de 500.000 cajetillas diarias.
Por si eso no fuera suficiente, se sumó además la concienciación de los consumidores sobre las dos clases de cigarrillos comercializadas en Andorra, diferentes a las que se venden legalmente en España. El tabaco norteamericano de Andorra "arde muy deprisa, tiene un tacto diferente, está pasado". El tabaco andorrano de Andorra, es decir, el que fabrica el propio país, es, sencillamente, "de peor calidad que el rubio americano auténtico".



Con el fin de reducir la situación hasta lo que conocemos hoy, en diciembre de 2008 -diez años después de la implantación en Andorra de la ley antifraude, que tipifica el contrabando de tabaco como delito-, Andorra y España crean un órgano de control conjunto para la prevención del contrabando de tabaco, que permitió analizar informaciones y llevar a cabo acciones operativas coordinadas entre la Policía andorrana y la Guardia Civil española. En vista de que, desde 1998 hasta la casi entrado el 2009, el contrabando de tabaco se mantenía "en niveles similares": una caída del 77,8% (334.924.221 cajetillas vs. 77.658.770 en 2008) con respecto a 1997 gracias a la “Operación Montaña”.

A fecha de hoy el contrabando ya no tiene sentido por varias razones. En primer lugar, la diferencia de precio ya no es tan abismal. En segundo lugar, la gente está más concienciada sobre la calidad de acabados de un mismo producto comprado en España y Andorra p.e. (no es igual un Cardhu de Andorra que uno del Corte Inglés de Barcelona, para que nos entendamos...). Por si esto fuera poco, la policia ahora mismo controla de forma exhaustiva el paso fronterizo y aduanas para evitar el porte de más de dos cartones por persona. Si la inversión debe ser mucho mayor para ser rentable, los controles son mucho más difíciles y la gente no tiene interés por comprar, ¿qué sentido tiene planteárselo ahora?

Y bueno... creo que es más o menos lo que pretendía recopilar. Espero que os haya entretenido. Aquí os dejo unos enlaces adicionales para aquellos que gustéis ampliar información sobre este interesante tema de nuestro pasado más inmediato.

http://new.taringa.net/posts/autos-motos/6032884/El-contrabandismo-entre-Andorra-y-Catalunya-_parte-1_.html
http://new.taringa.net/posts/autos-motos/6123603/El-contrabandismo-entre-Andorra-y-Catalunya-_parte-2_.html
http://new.taringa.net/posts/autos-motos/6554026/El-contrabandismo-entre-Andorra-y-Catalunya-_parte-3_.html
http://www.elmundo.es/magazine/num140/textos/contra1.html

P.D: El documental que inspiró este post no permite ser embebido. Dejo el enlace aquí

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1 comentarios

  1. aNa // 24 de octubre de 2010, 23:13  

    Menuda lección de historia nos has dado, Dani. Resulta muy interesante esta vista al pasado del país vecino.

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