Se hubo marchado incluso antes de la tregua que cabía esperar de un cigarrillo, pero de eso hacía rato ya. No lo añoraba; era lógico.
Horas más tarde, mientras se preparaba el bocadillo que le haría de comida pensó en aquel correo electrónico que guardaba desde hacía años para poder olvidarlo de vez en cuando. Sabía que era eso a lo que se refería. Sin embargo, hacía tantos años que no lo sentía que incluso dudaba de haber sentido exactamente aquello mismo. Quiso intentar sentirlo de nuevo.
Lo probó al gusto del delicioso bocado que otros no entenderían al son de la emisora que justo emitió la canción en la que él estaba pensando.
-Mejor imposible. Pensó para sí.
La experiencia no resultó. «Eso es propio de los niños. Siendo adulto resulta imposible sentir eso.» -penso.
Ese es el consuelo que dio a una de esas sensaciones de estar vivamente feliz y que parecen mermar su intensidad -y por supuesto su número- en la madurez que creía haber estrenado recientemente.
Luego saludó al vecino mecánico con pintas de asesino en serie que, por reservado, a días parecía antipático. Eso supuso el punto y final de ese fútil intento de evasión mental hacia los que temía que siguieran constituyendo los tiempos más felices de su vida en lo que de esta restaba. Podría ser.
Horas más tarde, mientras se preparaba el bocadillo que le haría de comida pensó en aquel correo electrónico que guardaba desde hacía años para poder olvidarlo de vez en cuando. Sabía que era eso a lo que se refería. Sin embargo, hacía tantos años que no lo sentía que incluso dudaba de haber sentido exactamente aquello mismo. Quiso intentar sentirlo de nuevo.
Lo probó al gusto del delicioso bocado que otros no entenderían al son de la emisora que justo emitió la canción en la que él estaba pensando.
-Mejor imposible. Pensó para sí.
La experiencia no resultó. «Eso es propio de los niños. Siendo adulto resulta imposible sentir eso.» -penso.
Ese es el consuelo que dio a una de esas sensaciones de estar vivamente feliz y que parecen mermar su intensidad -y por supuesto su número- en la madurez que creía haber estrenado recientemente.
Luego saludó al vecino mecánico con pintas de asesino en serie que, por reservado, a días parecía antipático. Eso supuso el punto y final de ese fútil intento de evasión mental hacia los que temía que siguieran constituyendo los tiempos más felices de su vida en lo que de esta restaba. Podría ser.
Espero que sea ficción, neng! :S
En cualquier caso, un abrazo ;)