Hace algunos días contemplé atónito el artículo de Financial Times que se refería a la economía de nuestro país con el acrónimo PIGS (cerdos en inglés, vaya). El revuelo ha sido de órdago pero, al margen de la irreverencia de dicha publicación cabe preguntarse, ¿acaso no tienen razón?


Ya he comentado en algún otro post que me encantaría que las elecciones volvieran a celebrarse. Viendo el percal socioeconómico que atravesamos no creo que ZP saliera tan bien parado. Más que nada por esa crisis que nos invade cada vez más y que a ellos incluso les costó identificar o -siendo algo más optimista- admitir.


¿Y los bancos?, cagados de miedo. Temblorosos y sin liquidez y cada vez con un mayor número de “sonajeros” en sus oficinas. En un imprudente ejercicio de lucro compulsivo ahora se dan cuenta de haber abusado de garantías de baja calidad respaldadas por activos para recaudar fondos baratos de la autoridad monetaria europea. Esta es una profunda recesión para todos.


Somos un país sin educación financiera de ningún tipo. El turismo se resiente y la burbuja del ladrillo (sector tremendamente cíclico, todo sea dicho) ha explotado ya, ¿qué nos queda? Probablemente el estado lamentable que arrastró al Ibex a los 11.390 puntos el pasado viernes (el nivel más bajo de mercado en lo que va de año) tampoco suponga motivo suficiente para los fanáticos socialistas que no reconocerían su inepta ineficacia aunque sus hijos la estudiaran en clase. Ups, dije clase. Perdón, quise decir “curso”.


El problema es que cuesta llamar a las cosas

por su nombre y encima cuando se hace parece a todos molesta.

Que si crisis, que si cerdos, que si clases… démonos cuenta que vivimos con un gobierno de medianías, de superficialidades, de ayudas cuya letra pequeña imposibilita el beneficio a casi todos. Un gobierno de promesas, de inexperiencia lleno de buenas intenciones pero que, como ocurre con las carmelitas, se queda desfasado en un mundo en el que prima la vorágine del poder, el lucro y las cosas tangibles.


La crisis era inevitable pero se podría haber recibido y llevado de mejor manera. Mientras tanto, sigamos empeñados en creernos más europeos de lo que realmente podemos permitirnos. El progresismo actual posee mayor carga de ilusionismo que de ilustración o talante. Ya bueno, es que… todos somos iguales, el mundo es de todos, hay gente que no tiene para comer, hacen el trabajo que nadie quiere hacer… dentro de 100 años, Sudamérica seguirá siendo Sudamérica; África seguirá siendo África; Asia seguirá siendo Asia. Sin embargo, nosotros habremos sacrificado Europa en pos de la cegadora “multiculturalidad”. Esperemos tener para entonces algo más liquidez, eso sí.

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